Hoy
es día de traslado. Nuestro próximo destino, es Amasra, una pequeña
y preciosa localidad del Mar Negro. Como ya tenemos los horarios y
sabemos que el bus sale a y cuarto, todas las horas, decidimos
levantarnos temprano, desayunar con calma por última vez en nuestro
hotel y coger el bus que corresponda. Y así lo hacemos. Cuando los
estómagos no dan para más, nos dirigimos a la pequeña estación de
minibuses, compramos el billete y esperamos a que llegue la hora.
Para nuestra sorpresa, el minibus se llena al completo y no queda ni
un asiento disponible. El viaje dura un par de horas hasta Bardin,
desde donde hemos de coger un dolmus (minibus urbano) hasta Asmara,
ya que sólo hay servicio directo los fines de semana. El trayecto es
increible, por medio de bosques que presentan un paisaje totalmente
otoñal, con una inmensa paleta de ocres, verdes y marrones. Paramos
en un par de estaciones y en una de ellas nos despistamos mirando el
mercado hasta que nos damos cuenta que nuestro bus está saliendo de
la estación y corremos hasta él.... menos mal! Porque las mochilas
estaban dentro.... Vamos parando de vez en cuando a recoger gente por
la carretera. Cada vez que sube alguien, hay un baile de asientos
para acomodar al nuevo pasajero. Normalmente, los más jóvenes se
van levantando para dejar asiento a los más viejos. A mi también me
toca cederlo, pese a haber pagado por él.... Cuando llegamos a
Bardin, nuestro conductor nos señala la parada del dolmus. Nos
acercamos y nos apoderamos de dos asientos, pero como está bastante
vacío, nos quedamos fuera estirando las piernas, hasta que el
conductor nos viene a buscar para que subamos, pues el bus ya está
lleno. Antes de arrancar, el mismo conductor nos cobra la tarifa a
todos los pasajeros. Estamos gratamente sorprendidos de no tener
problemas con este tema, como en otros países. En Turquia los
precios están indicados en los autobuses, por lo que no hay que
preocuparse por el hecho de ser extranjero. Llegamos a Asmara tras
unos 20 minutos. El bus para en una punta de la bahía, desde donde
tenemos vistas al pueblo. Y realmente es pintoresco y muy bonito...
En el primer alojamiento que preguntamos, ya nos sale una sonrisa,
pues el precio es mucho más económico de lo que esperábamos,
aunque la habitación es pequeñita. Me quedo guardando las mochilas
mientras la BM sale a explorar opciones. Regresa en menos de una hora
con dos alojamientos finalistas y tras verlos, nos decidimos por un
apartamento-ático con terraza y vistas al Mar Negro, con dos
habitaciones (una abuhardillada) y grandes cristaleras. Una vez
aposentadas las mochilas, nos preparamos un café para tomarnos en
nuestra terraza y salimos a explorar. El pueblo no da mucho de sí:
son un par de calles, con una bahía a cada lado. Está lleno de
restaurantes y tiendas de souvenirs, así como un par de
supermercados. Puesto que la comida hasta ahora ha sido uno de los
puntos más débiles (por precio alto y cantidad ridícula) decidimos
pasar por el super, comprar unos noodles. yogures, zumos, café y
galletas y prepararnos nosotros mismos la comida que nos zampamos en
nuestra terraza. Después de comer, recorremos el pueblo de punta a
punta, de mirador en mirador, sentándonos en los lugares más
bonitos para gozar de las vistas, paseamos por el puerto junto al
resto de turistas y holgazaneamos viendo las tiendas de
souvenirs..... Así hasta la hora de la cena, que nuevamente, tomamos
en nuestra terraza. Y por fin, sobre las 22, caemos rendidos en el
mundo de los sueños, sin prisa, sin estrés, disfrutando de la
tranquilidad.....
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Gente local, jugando al Rumikub |
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Comida en la terraza del apartamento |
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Vistas al puerto de Amasra |
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Preciosa Amasra |
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