Por
recomendación de la propietaria, hacemos cambio de planes y en vez
de ir a la costa eslovena, decidimos ir a la costa italiana, que está
a la misma distancia. Antes nos preparamos un desayuno completísimo,
generosidad de la casa. Subimos al coche y nos dirigimos al castillo
de Miramare, en Trieste. El castillo es muy pintoresco, en primera
linea del mar y con unos jardines preciosos, por los que paseamos y
disfrutamos hasta que decidimos que es hora de llenar los estómagos.
La BM ha buscado un restaurante muy recomendado en internet.
Aparcamos el coche en el centro y empezamos a andar, pero nos damos
cuenta que quizás hemos aparcado demasiado lejos: hace mucha calor,
no hay ni una sombra y el km y medio hasta él se hace tan largo que
la BM tiene que adelantarse para intentar conseguir una mesa antes de
que sea demasiado tarde. Por desgracia, es demasiado tarde y pese a
la caminata, nos quedamos sin mesa porque el lugar está completo.
Con las cabezas gachas, emprendemos el regreso al centro, pero la BM
entra en un bar a preguntar si sirven comidas y nos dicen que les
queda dos platos de pasta y dos lasañas. Por la hora que es, no
podemos ser quisquillosos y aceptamos el menú, que complementamos
con una ensalada. La verdad es que los platos dan risa: parecen más
una tapa que un plato.... Decidimos tomarnos un café para poner algo
más a nuestros estómagos y salimos a buscar el postre fuera, no
queremos arriesgarnos aquí. Llegamos al centro de Trieste, que es
espectacular y buscamos un helado, que, erróneamente, decidimos
comer mientras paseamos sin darnos cuenta que estamos a 40 grados y
que en la calle no hay ni una sombra donde refugiarse, por lo que
acabamos bajo un portal para evitar que el helado se derrita a una
velocidad más grande de la que nos lo podemos comer. Cuando acabamos
con ellos, decidimos ir a la Catedral, hazaña que queda en un
intento porque hay unas cuestas enormes y no hay quien resista tanto
sol. Así que decidimos recoger velas y volver para casa, y
aprovechar la tarde para preparar las maletas y así salir más
pronto por la mañana. Llegamos a casa agotados y sudados y mientras
la propietaria se dedica a charlar por los codos con la BM, los
suegros y yo, después de refrescarnos preparar las cosas, nos
echamos unas partidas al Rumikub hasta la hora de acostarnos.
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Jardines del castillo de Miramar, Trieste |
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Castillo de Miramare |
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Estatua griego-romana-contemporánea |
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Ayuntamiento de Trieste |
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