domingo, 10 de septiembre de 2017

29/08/2017 Trieste (Italia).

Por recomendación de la propietaria, hacemos cambio de planes y en vez de ir a la costa eslovena, decidimos ir a la costa italiana, que está a la misma distancia. Antes nos preparamos un desayuno completísimo, generosidad de la casa. Subimos al coche y nos dirigimos al castillo de Miramare, en Trieste. El castillo es muy pintoresco, en primera linea del mar y con unos jardines preciosos, por los que paseamos y disfrutamos hasta que decidimos que es hora de llenar los estómagos. La BM ha buscado un restaurante muy recomendado en internet. Aparcamos el coche en el centro y empezamos a andar, pero nos damos cuenta que quizás hemos aparcado demasiado lejos: hace mucha calor, no hay ni una sombra y el km y medio hasta él se hace tan largo que la BM tiene que adelantarse para intentar conseguir una mesa antes de que sea demasiado tarde. Por desgracia, es demasiado tarde y pese a la caminata, nos quedamos sin mesa porque el lugar está completo. Con las cabezas gachas, emprendemos el regreso al centro, pero la BM entra en un bar a preguntar si sirven comidas y nos dicen que les queda dos platos de pasta y dos lasañas. Por la hora que es, no podemos ser quisquillosos y aceptamos el menú, que complementamos con una ensalada. La verdad es que los platos dan risa: parecen más una tapa que un plato.... Decidimos tomarnos un café para poner algo más a nuestros estómagos y salimos a buscar el postre fuera, no queremos arriesgarnos aquí. Llegamos al centro de Trieste, que es espectacular y buscamos un helado, que, erróneamente, decidimos comer mientras paseamos sin darnos cuenta que estamos a 40 grados y que en la calle no hay ni una sombra donde refugiarse, por lo que acabamos bajo un portal para evitar que el helado se derrita a una velocidad más grande de la que nos lo podemos comer. Cuando acabamos con ellos, decidimos ir a la Catedral, hazaña que queda en un intento porque hay unas cuestas enormes y no hay quien resista tanto sol. Así que decidimos recoger velas y volver para casa, y aprovechar la tarde para preparar las maletas y así salir más pronto por la mañana. Llegamos a casa agotados y sudados y mientras la propietaria se dedica a charlar por los codos con la BM, los suegros y yo, después de refrescarnos preparar las cosas, nos echamos unas partidas al Rumikub hasta la hora de acostarnos.

Jardines del castillo de Miramar, Trieste

Castillo de Miramare



Estatua griego-romana-contemporánea




Ayuntamiento de Trieste

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