Sobre
las 2 y cuarto, oímos un claxon y el guarda del hotel llama a
nuestra puerta. Nos levantamos de un salto y mientras nos vestimos,
el guarda nos dice que el conductor ha marchado a buscar a otros
clientes y volverá en un rato. Más tranquilamente, preparamos todo
y nos volvemos a meter en la cama totalmente vestidos y calzados,
aquí un momento puede ser mucho rato. Pero por esta vez, un momento
es un momento y en 10 minutos el bus vuelve a estar en la puerta. Nos
levantamos y nos metemos dentro. Es un mini-bus, muy estrecho. Las
rodillas nos tocan con los asientos delanteros.... Por suerte, somos
pocos pasajeros y la BM y yo tenemos una fila para nosotros solos,
por lo que ella se tumba a dormir. Yo no puedo conciliar el sueño.
El conductor conduce como si una carrera de F1 se tratara y estoy
mareado como una sopa, incluso vomito en una de las paradas que
hacemos para vaciar las vejigas. En principio, nosotros vamos a
Ambanja, ya que en la estación de buses nos querían cobrar 15.000
Ar más por ir a Ankify, cuando des de Ambanja vale sólo 4000 Ar.
Cuando llegamos al cruce, a 7 km de Ambanja, el conductor nos dice
que hemos de bajar allí y que él nos paga un tuck-tuck hasta
Ambanja. LA BM negocia con él y le dice que por los 4000 Ar, que es
el coste real del trayecto, no hace falta que nos pague el taxi y
vamos con él hasta Ankify, a lo que el conductor accede. Vuelven a
cargar nuestras mochilas y realizamos los últimos 17 km. Nos habían
advertido sobre el montón de caza-turistas que hay en el embarcadero
y estamos preparados para todo, pero no nos resulta tan difícil como
pensábamos sacárnoslos de encima. Paramos a desayunar una sopa (el
café vale lo mismo y optamos por algo que llene más nuestros
estómagos) y finalmente compramos los billetes para una barca rápida
más baratos que en la taquilla oficial. Sin más, subimos a la barca
que sale inmediatamente y en media hora nos plantamos en Hellville,
la capital de Nosy Be. La idea es mirar alojamientos en la zona, para
hacernos una idea de los precios y después ir a la playa turística,
donde la guía ya advierte que los precios son prohibitivos, pero
como es temprano decidimos intentarlo. Cogemos un taxi colectivo, nos
enfadamos con el conductor en destino porque nos quiere cobrar de más
y tras un rifi-rafe tipo la BM sentada sobre el maletero abierto y
diciéndolo que hasta que no le devuelva el cambio no se va a ir de
allí, al final termina no sólo dándonos el cambio sino también
todo un recital de bendiciones.
Esta
vez yo me quedo con las mochilas mientras la B.M va a buscar
alojamiento, pero vuelve al cabo de 15 minutos con malas noticias:
todo es caro, ruidoso y parejas de extranjeros jubilados con jóvenes
malgaches menores de 25 años, decidimos dar media vuelta y volver a
Hellville e instalarnos en un hotel que habíamos visto, dentro de
nuestro presupuesto. Aunque sólo son 8 km de trayecto, no nos
evitamos la paraa por el camino, esta vez y al igual que ayer, por
quedarnos sin gasolina. Se repite la función: el conductor
desaparece con una botella en la mano, para volver al cabo de 15
minutos en un tuk-tuk con la gasolina suficiente para terminar el
trayecto.
Cansados,
acalorados y hambrientos, una vez instalados salimos en busca de
comida y por primera vez en todo el viaje, comemos en un mercado un
plato elaborado, no sólo algo para llenar el estomago sino también
para degustar, y si esto no es suficiente encontramos un vendedor que
vende café a precio normal, increible!
Sin
muchas fuerzas paseamos por la localidad para hacérnosla un poco
nuestra y por casualidad vamos a parar a la oficina de turismo, la
cual aún esta de mudanza, pero no impide que nos den información de
todo y con todo tipo de detalles, da gusto encontrarse a un buen
profesional de vez en cuando.
Esto
último nos alegrado el día, porque hasta ahora lo que veíamos no
iba nada con nosotros.
Seguimos
nuestro paseo hasta que llega la hora de la coca cola, ceno, hoy la
B.M no tiene hambre y nos recogemos en nuestro hotel a cumplir con
nuestras obligaciones diarias, y rápidamente nos vamos a dormir que
ya no tenemos el cuerpo para ciertos trotes.
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