lunes, 5 de septiembre de 2016

30/08/2016 De Diego Suarez a Nosy Be

Sobre las 2 y cuarto, oímos un claxon y el guarda del hotel llama a nuestra puerta. Nos levantamos de un salto y mientras nos vestimos, el guarda nos dice que el conductor ha marchado a buscar a otros clientes y volverá en un rato. Más tranquilamente, preparamos todo y nos volvemos a meter en la cama totalmente vestidos y calzados, aquí un momento puede ser mucho rato. Pero por esta vez, un momento es un momento y en 10 minutos el bus vuelve a estar en la puerta. Nos levantamos y nos metemos dentro. Es un mini-bus, muy estrecho. Las rodillas nos tocan con los asientos delanteros.... Por suerte, somos pocos pasajeros y la BM y yo tenemos una fila para nosotros solos, por lo que ella se tumba a dormir. Yo no puedo conciliar el sueño. El conductor conduce como si una carrera de F1 se tratara y estoy mareado como una sopa, incluso vomito en una de las paradas que hacemos para vaciar las vejigas. En principio, nosotros vamos a Ambanja, ya que en la estación de buses nos querían cobrar 15.000 Ar más por ir a Ankify, cuando des de Ambanja vale sólo 4000 Ar. Cuando llegamos al cruce, a 7 km de Ambanja, el conductor nos dice que hemos de bajar allí y que él nos paga un tuck-tuck hasta Ambanja. LA BM negocia con él y le dice que por los 4000 Ar, que es el coste real del trayecto, no hace falta que nos pague el taxi y vamos con él hasta Ankify, a lo que el conductor accede. Vuelven a cargar nuestras mochilas y realizamos los últimos 17 km. Nos habían advertido sobre el montón de caza-turistas que hay en el embarcadero y estamos preparados para todo, pero no nos resulta tan difícil como pensábamos sacárnoslos de encima. Paramos a desayunar una sopa (el café vale lo mismo y optamos por algo que llene más nuestros estómagos) y finalmente compramos los billetes para una barca rápida más baratos que en la taquilla oficial. Sin más, subimos a la barca que sale inmediatamente y en media hora nos plantamos en Hellville, la capital de Nosy Be. La idea es mirar alojamientos en la zona, para hacernos una idea de los precios y después ir a la playa turística, donde la guía ya advierte que los precios son prohibitivos, pero como es temprano decidimos intentarlo. Cogemos un taxi colectivo, nos enfadamos con el conductor en destino porque nos quiere cobrar de más y tras un rifi-rafe tipo la BM sentada sobre el maletero abierto y diciéndolo que hasta que no le devuelva el cambio no se va a ir de allí, al final termina no sólo dándonos el cambio sino también todo un recital de bendiciones.
Esta vez yo me quedo con las mochilas mientras la B.M va a buscar alojamiento, pero vuelve al cabo de 15 minutos con malas noticias: todo es caro, ruidoso y parejas de extranjeros jubilados con jóvenes malgaches menores de 25 años, decidimos dar media vuelta y volver a Hellville e instalarnos en un hotel que habíamos visto, dentro de nuestro presupuesto. Aunque sólo son 8 km de trayecto, no nos evitamos la paraa por el camino, esta vez y al igual que ayer, por quedarnos sin gasolina. Se repite la función: el conductor desaparece con una botella en la mano, para volver al cabo de 15 minutos en un tuk-tuk con la gasolina suficiente para terminar el trayecto.
Cansados, acalorados y hambrientos, una vez instalados salimos en busca de comida y por primera vez en todo el viaje, comemos en un mercado un plato elaborado, no sólo algo para llenar el estomago sino también para degustar, y si esto no es suficiente encontramos un vendedor que vende café a precio normal, increible!
Sin muchas fuerzas paseamos por la localidad para hacérnosla un poco nuestra y por casualidad vamos a parar a la oficina de turismo, la cual aún esta de mudanza, pero no impide que nos den información de todo y con todo tipo de detalles, da gusto encontrarse a un buen profesional de vez en cuando.
Esto último nos alegrado el día, porque hasta ahora lo que veíamos no iba nada con nosotros.

Seguimos nuestro paseo hasta que llega la hora de la coca cola, ceno, hoy la B.M no tiene hambre y nos recogemos en nuestro hotel a cumplir con nuestras obligaciones diarias, y rápidamente nos vamos a dormir que ya no tenemos el cuerpo para ciertos trotes.



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