lunes, 5 de septiembre de 2016

23/08/2016 de Diego Suárez a Ramena

06h nos despertamos con las campanadas de la iglesia y con el despertador del móvil, hacemos las mochilas y salimos a desayunar. Con el estomago lleno todo se ve diferente y mejor, volvemos al hotel para cargarnos las mochilas a la espalda y nos encaminamos hacia la parada de bus destino Ramena (sólo son 18km). Una vez en la parada nos sentamos en unos troncos junto los malgaches esperando llegue la furgoneta-bus, pero la espera se hace larga. Cuando finalmente llega, vamos encajonados en la parte de atrás, y cuando uno se cree que ya no cabe nadie más, nos volvemos a equivocar.
Si la espera resulto larga el trayecto se hace eterno: paradas cada dos por tres para levantar el capó de la furgoneta-bus y hacer no sé qué mientras todos estamos en la parte de atrás sin movernos. Eso sí, cuando la furgoneta-bus funciona, el conductor conduce pisando a fondo el acelerador, nunca se sabe cuando se va averiar y hay que avanzar todo lo posible.
Al final llegamos a destino y esta vez mientras la B.M se queda con las mochilas y todos los pesados caza-turistas, yo me pongo en marcha y busco alojamiento. Lo primero que veo es una playa espectacular, de arena blanca y aguas turquesas, el lugar promete y con esta motivación acaba encontrando un alojamiento chulísimo para pasar estos días.
A las 10h tenemos los deberes hechos, ya sólo nos queda volver a llenar el buche (hoy tengo mucha hambre) y a pasar el resto del día a la playa.
En seguida se nos hacercan dos locales que intentan vendernos la excursión al mar esmeralda con todo incluido, es decir, equipo de snorkel, comida y bebida para todo el día y entrada a la zona. Pero como no tenemos prisa, dejamos que ellos sólos se negocien el precio y les respondemos con un “ya me lo pensaré”.
El día de playa resulta ser un 10 y cuando la marea baja continuamos teniendo agua en la cual bañarnos. A la hora de comer la cosa resulta un poco más difícil, aquí los precios son exageradamente más elevados y las raciones ridículas, pero al final negociamos el precio y la Sra nos sorprende con una buena ración, tenemos un buen alojamiento, buena comida y una playa de ensueño, no se puede pedir nada más.
Antes de la puesta de sol, se nos acerca otra pareja de locales para volver a ofrecernos la excursión al mar esmeralda y como nos hacen mejor precio que los de la mañana, cerramos el trato con ellos y después, para terminar el día nos tomamos nuestra Coca Cola en un chiringuito de la playa, en primera linea del mar.

Ya de noche de camino a nuestro hotel, paramos a cenar y sin nada más que ofrecer a la aldea nos refugiamos en nuestro bungalow, donde nos quitamos la salitre y la crema de sol acumulada del día y nos tiramos a la lectura hasta la hora de dormir.

Nuestro alojamiento en Ramena

Puesta de sol

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Pescadito frito, para comer

Nuestra playita casi particular


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