Siguiendo
la costumbre, nos levantamos a las 6, porque queremos ir a hacer un
trecking que empieza a 6 km de Diego.
Desayunamos
y empezamos a andar. A medida que avanzamos, la boca se nos va
quedando más y más abierta, ya que las vistas que tenemos son
espectaculares. La bahia de Diego (la segunda más grande del mundo
después de la de Río de Janeiro) es indescriptible de lo bonita que
es. El mar azul turquesa rodea una montaña sagrada que emerge del
agua (Montaña de Pan de Azúcar). Nos lanzaríamos al agua de cabeza
si no fuera por varias razones: no llevamos bañador, hoy queremos
hacer un trecking y la más importante: no hay ni una sola orilla por
donde acercarse al agua. Eso sí, fotografiamos la bahía desde todos
los ángulos. Justo en el km 8 llegamos a la taquilla para hacer el
circuito Anosiravo, donde pagamos religiosamente la entrada y el
precio de la guía. El ascenso es de unos 365 metros y empezamos
viendo los baobabs endémicos de la zona (en forma de T), que justo
habíamos visto antes de empezar el circuito por nuestra cuenta ( y
gratis). Nuestra guía no es muy parlanchina y eso significa que no
nos da mucha tregua mientras subimos. Llegamos al primer mirador, sin
ninguna dificultad y sin ver ningún animal (lemures, camaleones...)
aunque las vistas van mejorando a cada metro que subimos. Continuamos
el ascenso, encontramos a otro grupo de turistas, pasamos por un par
de túneles por donde los franceses, que estaban en lo alto de la
montaña (de ahí el nombre de la zona) hacían pasarar sus vagonetas
para subir y bajar minerales (la zona es muy rica en ellos). Llegamos
al segundo mirador, donde tenemos una vista de 360 grados sobre la
bahía. Sublime. Hacemos los OOOOOhs y AAAAAhs pertinentes mientras
sacamos las fotos de rigor, recuperamos el aliento y empezamos el
ascenso. Como quien no quiere la cosa, llegamos a la caseta de
entrada y aunque las vistas han merecido el esfuerzo, no hemos visto
ni un solo animal. Se lo decimos al chico de la taquilla quien muy
solicitamente sale a la búsqueda de un camaleón y no para hasta
encontrarlo. Nos llama para que lo veamos, disfrutamos del animal e
incluso vemos como cambia de color cuando se va de la rama en la que
tomaba tranquilamente el sol, a unas hojas del árbol. Cansados,
emprendemos el regreso, que con el sol en lo alto, es más duro que
la ida. Además, la marea ha retirado el agua y aunque teníamos
pensado refrescarnos en ropa interior, la falta de agua hace que sea
imposible. Cuando llegamos a Diego, nos asomamos a su concurrido
mercado, donde comemos y después paseamos por el centro. Hoy, a
diferencia de ayer, está muy animado, pues las tiendas están
abiertas. Cuando oscurece, picoteamos alguna cosa y nos vamos a la
terraza de al lado del hotel, a refrescarnos con nuestra Coca-cola,
para después subir a la habitación y sacarnos toda la sudor
acumulada del día, tras lo que aprovechamos para actualizar el blog
y “charlar” con la familia.
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Vistas a la Bahía de Diego Suarez, que quitan el hipo. |
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La BM, alucinando con el lugar. |
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Baobab con forma de T, endémico de la zona |
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Punto de incio del trecking a la montaña de Francia |
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Por los túneles |
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Montaña de Pain de Sucre |
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OOOOOOOOOOOHHHHHHH |
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Aquí estamos nosotros!!! |
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A la vuelta, el agua ha desaparecido. |
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Y hoy, para comer, una pedazo de sopa!!! |
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