Al
ser sábado por la mañana nos encontramos con toda la juventud que
vuelve a casa después de una larga o corta noche, según el joven.
El tren nos lleva hasta la estación de Sants y aquí cogemos otro
hasta el aeropuerto. Una vez en él hemos de coger el autobús que
nos lleva a la terminal 2 que es de donde sale nuestro avión. Y aquí
empezamos con nuestro espectáculo particular, ponemos las dos
mochilas en una bolsa enorme comprada en los chinos, por la simple
razón que así nos ahorramos casi un centenar de euros... Es la
diferencia entre facturar un bulto o dos bultos, sin importar el
peso. La facturación , los controles y la búsqueda de puerta de
embarque lo pasamos sin problemas ni incidentes, incluso somos de los
primeros de embarcar. Como no, el avión despega con retraso, más de
una hora, suerte que tenemos pantallitas para ir viendo películas.
El
trayecto de 13 horas se nos hace eterno y no sabemos porque razón
han apagado las luces y bajado las “persianas” de las
ventanillas. La comida nos la hemos traído nosotros porque el precio
de una bandeja y un tentempie no valen 50 euros, resumiendo que no
pasamos hambre que es lo importante. La BM se va durmiendo durante el
trayecto y me temo que esta noche no podrá dormir.
Finalmente
llegamos a Santiago, pasamos los controles sin ningún incidente,
recogemos las mochilas que por supuesto salen con retraso, nos
conectamos al wifi para decirle al hombre de la casa donde nos
alojamos que vamos a coger el bus y que nos espere en la parada.
Tras
realizar el trayecto del aeropuerto al centro, encontrarnos con
nuestro anfitrión que nos lleva a su casa donde nos alojaremos unos
días, el cuerpo no puede más y tras el ritual del aseo que nos deja
limpios y bien perfumados caemos rendidos en la cama, perdón caigo
rendido porque la BM no tiene sueño, pero esto no le salva de apagar
la luz y esperar en la salita de entrada del mundo de los sueños...
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