martes, 12 de julio de 2016

11/07/2016 Manakara

La B.M ha pasado una noche malísima con el resfriado, y yo creo que ya estoy contagiado. Como llueve retardamos la salida, y cuando por fin para, con el día nublado, salimos a pasear.
Volvemos acercarnos a la zona de la playa, pero nuestro caminar no es tan fluido como ayer. Paseamos por la playa y también por el camino que transcurre a su lado, comemos en un chiringuito pescado frito con verduras, visitamos un par de aldeas y en nuestro caminar cruzamos un puente que resulta ser toda una atracción local. La razón es que se ven huesos humanos en el fondo del agua envueltos en un saco. Sabemos que son huesos humanos porque todos los lugareños coinciden en el diagnóstico.

Nuestros niveles de energía no se terminan de llenar, más bien todo lo contrario, así que decidimos retirarnos y volver por donde venimos... No se porque pero la vuelta se hace eterna, es como si el camino se hubiese estirado. Por fin, llegamos al hotel, donde yo me estiro un rato en la cama mientras la B.M aprovecha para chatear con la familia. Antes que oscurezca salimos a cenar nos tomamos un café bien calentito y con las últimas luces nos retiramos a nuestra guarida. La B.M se queda k.o antes de lo previsto y yo aguanto hasta una hora prudencial leyendo un libro.

Nuestro hotel: Les Delices d'Orient


El tiempo está revuelto, y el agua también.


Zurcidor de redes de pescar

Los caminos están encharcados por la lluvia.



Niños jugando con las piraguas en el Canal de Pangalés

Nuestra comida de hoy, en el chiringuito de playa.

Puesto de cosedoras

Mercado en la calle



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