La
B.M ayer por la noche puso el despertador a las 06h, lentamente y sin
prisa hacemos las mochilas, nos la cargamos, liquidamos la cuenta y
empezamos la “travesía” hasta la estación de buses... en el
segundo puesto de desayunos la B.M nos obliga hacer la parada
reglamentaria. Tras una larga pausa llegamos a destino, nos hacemos
con un par de asientos en el bus y “sólo” hemos de esperar unos
20 minutos a que se llene y salgamos.
Llegamos
a Mangily una hora más tarde, el autobús nos deja en una calle
polvorienta en medio de la nada. Como no vemos nada claro nos tomamos
un café en un puesto callejero y tras este la B.M va en busca de
alojamiento mientras yo me quedo con todo. Al cabo de un buen rato
vuelve con un par de ofertas, rechazamos las de primera linea del mar
y nos quedamos en el “núcleo” del pueblo, parece muy tranquila.
Tras
instalarnos nos ponemos los bañadores, comemos en el mercado y vamos
a la playa, pero el baño se nos hace difícil porque la marea esta
baja y ahora es todo arena. Lo que nos sorprende es la animación
local que hay muchos niños, niñas y mujeres recogiendo crustacios
de la arena.
Nos
instalamos debajo un cocotero a tomar el sol y esperar que el mar
vuelva a su sitio, pero para que no nos aburramos los lugareños nos
entretienen ofreciéndonos todo tipo de artesanía, pareos, barquitos
de madera y masajes. Cuando por fin el agua vuelve a su sitio nos
damos el primer baño del viaje.
Cansados
de tomar el sol caminamos un poco por la poca orilla que hay, y es
cuando nos damos cuenta que el sol se pone por este lado y podremos
ver como la gran bola de fuego se sumerge en el agua, dándonos una
paleta de colores en el cielo espectacular... y todo esto hubiese
sido posible verlo si no fuese porque una asiática fotógrafa se
empeño en hacernos una foto mientras nos mirábamos, mientras la
puesta de sol seguía su curso, enseñarnos la imagen y pedirnos
nuestra cámara para inmortalizar el momento. Pero el traspaso de la
cámara no resulto ir tan bien como esperábamos, porque por el
camino termino en la arena, llenándose buena parte de ella, y una
vez termine de limpiarla ya casi había oscurecido.
Tras
tanto disfrute volvemos a la calle principal para cenar y regresar a
nuestra cabaña, donde nos purificamos quitándonos todo el salitre y
la arena del día. Hasta entrar en el reino de los sueños lo
gastamos leyendo.
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